Atravesaba avenida arterial al amarillo amanecer. Allí apareció alcabala.
—¡Alto!
Autoridad asoma antojo. Ansía apaciguar apetito. Aporto almuerzo, acostumbrado al atropello.
—Adelante —añade agradecido al abultar alcancía.
Abusador…
Aparco aparatoso automóvil.
Asisto al aula abandonada adonde académicos anuncian acciones. Argumentos abundan: academia asediada afronta abrasante agonía; anhelan aumentos, autonomía. Audiencia asiente, aplaude, apoya; aunque apáticos alumnos ausentes.
Allá afuera alcanzo a avistar a arrogantes alcaldes aniquilando ambiente, apuntalando árboles.
Apagón. Aplasta ánimos.
Acéfalos asesoran al asno abigotado atornillado al asiento.
Activistas anticomunistas afrontan amenazas. «Antes adoptaremos actitud anárquica» aseguran.
Ascendemos al área apache.
Anonadado, ajusto anteojos. Agudizo. Alcanzo a avistar azotes al asecho avanzando. Asen armas.
—¡Abajo! —advierto a amistades.
Amunicionados apuntan.
—¡Atrinchérense, andan armados!
Accionan artillería. Adrenalina aumenta.
—¡Ahhhhhh! —aúlla agredido.
Afortunadamente al abarrotado ambulatorio arribamos. Aquel aguantó. «Aleluya», agradecía algún agnóstico, ahora adventista.
—Aló
—¿Ajá?
—Aquí adentro aspiro algún asunto ardiente. Algo anormal.
—¿Algo acontece?
—Anota ahí; antídoto al autoritarismo: alzamiento.
—Ayayay.
Anochece.
Adiós, adorados amigos.
Afectuosamente,
Andrés
🤣🤣🤣 absolutamente anonadada ante alta asociación