El fiscal
—Disculpa la tardanza, Fernández —dijo el funcionario al entrar en la sala en la que Fernández llevaba media hora esperando—. Es que no sabía qué pie de foto ponerle a mi publicación de Instagram, y entre una cosa y otra se me fue el tiempo.
—No se preocupe, señor fiscal —respondió Fernández, quien ya había visto la imagen y no había tardado en estamparle un like—. Ciertamente valió la pena la espera, porque la frase resulta ingeniosa. ¿Cómo se le ocurrió eso de «Todo lo que necesitamos es amor»? Es usted un verdadero poeta.
El fiscal ignoró la pregunta.
—En fin, ¿qué me tienes?
—¿Cómo así de tener qué, jefe?
—Coño, Fernández… ¿De qué voy a estar hablando, pues?, ¿para qué pautamos esta reunión lunes tras lunes? No me hagas perder el tiempo, que no me sobra.
—Ah, claro. Sí. Bueno, aquí tengo tres posibles casos que podríamos comenzar a investigar esta semana.
El fiscal comenzó a hojear la carpeta que le había entregado su súbdito.
—El primero nace de una denuncia realizada por una vendedora de empanadas. Se trata de un funcionario policial que día tras día, abusando de su poder, se niega a pagar los alimentos que consume en el puesto de la mujer.
—No, eso no sirve. Por la pérdida de un par de empanadas no vamos a accionar el brazo de la justicia.
—En realidad suma una docena diaria, jefe —respondió Fernández con una cara que expresaba que aquel no era un número insignificante.
—Ah, es que no sabía que ahora usted era uno de esos que medía y juzgaba las cantidades de ingesta de la gente… Sepa que solo por ese desafortunado comentario podría ganarse un proceso por delito de odio, Fernández, por gordofóbico. Hoy en día tenemos que aceptar los cuerpos tal como son. ¿Qué otro caso me tiene? —preguntó el fiscal al tiempo que pasaba su mano por un pómulo que, de recibir otra inyección de bótox, reventaría.
—Sí. También tenemos la desaparición de una menor. Según los datos que tenemos, la víctima podría haber sido raptada por una banda dedicada a la trata de personas.
—Entiendo. Una niña. Funciona. ¿Qué más se sabe? ¿Dónde ocurrió esto?
—El extravío de la susodicha tuvo lugar en el estado Bolívar, mi querido fiscal. Específicamente en una comunidad indígena ubicada en las inmediaciones de las minas de…
—Brother —interrumpió el fiscal—, pero ¿cuántas veces tengo que repetirte que allí nosotros no tenemos ningún tipo de jurisdicción. Y es que, aunque la tuviéramos, los costes del traslado supondrían el consumo total de nuestro presupuesto mensual. Y si dedicáramos esos recursos a las investigaciones, ¿con qué pagaríamos las cuentas de los bots que nos llenan de likes en Facebook? —comentó el fiscal irritado mientras pasaba las últimas páginas del informe—. Dime que este último caso vale la pena…
—Seguro. Este es el caso de un perro que permaneció atado día y noche en la azotea de una casa, sin comida, hasta que las inclemencias del clima acabaron con su vida.
—Okey —asintió—. No hay como el maltrato animal para jalar retuits. De esto se podría hacer una buena campaña. ¿De qué resolución es el video y cuántas vistas lleva ya?
—Me temo que ninguna vista.
—¿Cómo que ninguna? —respondió con extrañeza.
—Ninguna, jefe. No hay video. Quien hace la denuncia es una pensionada que no tiene teléfono inteligente. Y, si me lo permite, ni siquiera creo que sepa usar las redes sociales; a su parroquia nunca ha llegado el internet. La denuncia fue realizada en una comandancia de la policía municipal.
El fiscal guardó silencio y volteó la vista indignado sin dar crédito por lo que escuchaba. Y solo después de un rato volvió a mirar a Fernández para dirigirle la palabra.
—A mí esto, a estas alturas del partido, me parece increíble. Inaceptable….
—Sí, el tema de los servicios básicos es una odisea, en mi casa tampo…
—Me parece insólito —se apresuró a decir el fiscal elevando su voz para hacerse oír por encima de Fernández— que, después de tanto tiempo trabajando aquí, tú sigas siendo tan incompetente… Sin caso viral, sencillamente no hay caso —apuntó acompañando la frase con un ademán que indicaba obviedad—. ¿De qué sirve una buena acción si no se puede obtener crédito por ella?
En seguida el fiscal cerró la carpeta y la hizo deslizar sobre la mesa para que Fernández la recibiera de vuelta.
—Es cierto, jefe. A veces se me olvida. Disculpe.
—Si no quieres hacerle compañía a mi último ayudante, te recomiendo que vuelvas a leer el manual de Marketing judicial para camaradas.
—Por supuesto —contestó Fernández cabizbajo, recordando que los últimos cinco ayudantes habían sido detenidos por cargos en su contra por traición a la patria.
—-Más te vale que hoy me entregues una lista con los temas que fueron tendencia en Twitter el fin de semana. Que no hayan sido creados por nosotros, claro está, aunque parece que tengo que recordarte este tipo de cosas... Tiene que haber algo interesante allí sobre lo que podamos montarnos esta semana.
—Claro que sí, mi señor. Lectura de manual y creación de lista para hoy.
—Pero ya será para el final de la tarde, porque ahora voy a ir al gimnasio; estos malandros están a punto de recibir su respectivo castigo —y dio un beso a cada uno de sus bíceps antes de abandonar la sala.