Los vacíos y la documentación sorpresa de Santiago Posteguillo
«Los libros de historia te cuentan el pasado. Una novela histórica te ha de hacer vivir el pasado (Santiago Posteguillo)».
No me sobraba demasiado espacio en la maleta, así que eran pocos los libros que podía llevar conmigo al emigrar, y terminé escogiendo la Trilogía de Trajano de Santiago Posteguillo —una selección arriesgada al nunca haber leído nada de él—, porque mi papá es fanático del autor y llevaba tiempo recomendándomelo.
Hace poco terminé Circo Máximo, el segundo tomo. Y, para mí, después de una buena lectura, viene una buena gugleada. Porque quien escribe así, como él, solo debe tener cosas interesantes para decir. Y quería conocerlas.
Buscando entrevistas, me topé con una conferencia en la que habla, entre otras cosas, de los procesos de los escritores a la hora de reconstruir el pasado, y aquí, en sus palabras, rescato un par de temas que me parecieron curiosas:
Vacíos históricos
Quería saber si los campamentos pretorianos en Roma estaban orientados hacia el norte o hacia el sur, porque, en función de eso, las puertas de la ciudad estarían situadas en una determinada posición. Y me pasé semana y media tratando de averiguarlo. Hasta que encontré un libro en el que un historiador decía: «…Y no sabemos hacia dónde estaban orientados los campamentos pretorianos de Roma». Y yo: «¡Gracias!». Porque, si se desconoce, los oriento en donde me parezca lógico y hago la novela sin que nadie pueda contradecirme.
El historiador debe hacer eso: de lo que no se sabe, decir que no sabe, no hablar de ello, y seguir investigando. Pero el novelista no puede dejar esos espacios vacíos. Yo no puedo entregarles una novela de mil páginas, de la uno a la cien escritas, y de la cien a la ciento treinta en blanco y decir «es que esto no se sabe». No. Tengo que completarlo todo. Con verosimilitud. Rellenando esos huecos que suponen un problema para el cronista, pero una oportunidad para el escritor para que pueda dotar esos agujeros de momentos vibrantes que encajen en los espacios que sí conocemos.
Hay que tener mucho cuidado cuando se recupera el pasado. No se puede pretender volcar dentro de la novela todo lo leído. Y esto duele mucho porque yo me paso dos años y medio para hacer una novela histórica y es una pena no poder aprovechar toda la información. Pero hay que evitar trasladar excesos.
Documentación sorpresa
En arqueología, a la hora de recuperar el pasado, suelen aparecer yacimientos sorpresa, y lo mismo ocurre con la documentación en la investigación histórica. Es un premio para el que trabaja mucho. Pero hay escritores como Ken Follett que se la pierden. Y no es una crítica a Follett. Él hace las novelas de forma diferente; tiene un equipo de documentalistas, algo perfectamente legítimo. Pero, por ejemplo, en la creación de la trilogía The Century, que es muy interesante y es un magnífico paseo por el siglo XX, le puede decir a un documentalista: «tú investiga sobre la crisis de los misiles»; y a otro: «tú sobre Marilyn Monroe y relaciones varias». Y pasa que, si quien investiga sobre Monroe encuentra algo que puede ser interesante para otra de las líneas de tramas que tiene en mente el novelista, como no está en su cabeza, se lo pierde.
Y esto sí que sucede para el currante como yo, que lo hago todo. Aunque sí que recurro a expertos, a catedráticos de historia, de historia del derecho, de arte, etcétera, y les hago consultas. Pero trabajo las fuentes personalmente. Entonces ocurre que buscando una cosa aparece otra.
Por ejemplo, tengo un personaje que es una esclava egipcia, y sé que está embarazada (es lo que tiene el ser escritor, que sabes qué es lo que está pasando). Ella todavía no lo sabe; tiene una idea por cosas que han sucedido y cosas que está sintiendo, pero no lo tiene aún certificado. Entonces busco información sobre cómo sería un parto en el Egipto Ptolemaico del siglo III a.C. ¿A cuál dios se encomendaría?, ¿habría matrona o no?, ¿qué tipo de higiene se utilizaría?
Estoy documentándome sobre eso cuando me aparece que los antiguos egipcios habían descubierto un sistema para detectar un embarazo: la mujer tenía que, en unos saquitos de harina en los que habían puesto semillas de cebada y trigo, hacer la primera orina de la mañana (como verán, no se aleja mucho de cosas que podemos hacer hoy día). Si los saquitos germinaban al cabo de un par de días, es que había embarazo. Si no, no. Y luego, según germinaran unas semillas u otras, podía ser varón o hembra. Y yo dije: «¡Ja!».
Pero me picó la curiosidad y me puse a investigarlo más. Y encontré que en una universidad norteamericana (porque los norteamericanos ya saben que tienen dinero para investigarlo todo) hubo un profesor de biología que dijo: «¿Será cierto? Vamos a investigarlo». Así hizo tres grupos: uno experimental de mujeres encintas, y otros de control de no embarazadas y hombres. Y les pidió que una mañana hicieran orina en los correspondientes grupos de sacos. ¿Y qué descubrieron? (esto en el siglo XXI). Que en los sacos del grupo de caballeros no germinó nada. Tampoco en el de las no embarazadas. Pero en el de gestantes germinó el 70 % de los sacos. O sea, que, si las semillas brotaban, había niño o niña. Algunos embarazos pasaban sin ser detectados, pero esto es algo que aún sigue sucediendo, porque las pruebas de embarazo de las farmacias a veces fallan. ¿Y cómo llegaron los egipcios a esto? No tenemos ni idea, pero funcionar, funciona. Eso sí, estadísticamente los norteamericanos comprobaron que los egipcios se habían venido arriba con lo de averiguar el sexo.
Juan Eslava Galán dice que a veces puedes encontrar cosas en la documentación que te hacen decir: «esto entra o entra en la novela», pero, si tienes que cambiar toda la trama del relato que estás haciendo de recuperación del pasado, no. No puedes forzar tu relato. Pero, claro, si tienes una esclava egipcia que no sabe si está embarazada o no, hombre, esto entra. Eso es documentación sorpresa.
Los asesinos del emperador: El ascenso de Trajano
18 de septiembre del año 96 d. C. Un plan perfecto. Un día diseñado para escribir la Historia, pero cuando todo sale mal la Historia ya no se escribe… se improvisa: una guerra civil, las fieras del Coliseo, la guardia pretoriana, traiciones, envenenamientos, delatores y poetas, combates en la arena, ejecuciones sumarísimas, el último discípulo de Cristo, el ascenso y caída de una dinastía imperial, locura y esperanza, la erupción de Vesubio, un puñado de gladiadores, la amistad inquebrantable, Marco Ulpio Trajano, el mito de las amazonas, una gladiadora, nueve emperadores, treinta y cinco años de la historia de Roma.