La crisis del periodismo es un debate que existe desde mucho antes de que yo supiese que quería ejercerlo. Siempre se ha pronosticado su inminente muerte. Pero, de alguna manera, sigue estando ahí.
El mayor problema actual es el modelo de negocio. Antes, el periódico, la radio y la televisión representaban un vehículo óptimo para que los publicistas, llenando a los grandes medios de dinero, pudieran acceder a sus respectivas audiencias.
Pero evolucionaron las redes sociales y los de mercadeo encontraron una forma más eficiente de invertir el dinero, pudiendo dirigirse a un público específico y completamente segmentado.
Todavía hay gente que se sienta a ver televisión, que enciende la radio y que se acerca a un kiosko para comprar el periódico. Pero cada vez menos. Y la predicción es que, si no terminan de evolucionar, perecerán.
Por eso los medios digitales han comenzado a levantar muros de pago en sus páginas web. Para hacer que el lector termine convirtiéndose en un suscriptor, y así independizarse de los publicistas. Pero esa es una tarea gigantesca, sobre todo después de haber acostumbrado a la gente, durante tantos años, a recibir todo el contenido gratis.
La otra opción para subsistir mientras tanto es la generación de tráfico; mientras más personas visiten la página, más publicidades se cargarán y más dinero entrará.
Lamentablemente, la consecuencia inevitable es el clickbait y el abundante contenido basura. Una pelea feroz con el objetivo de acumular, como sea, la mayor cantidad de visitas. Que a su vez implica un cambio de estructura en la forma de escribir, llenando de paja el inicio y dejando lo más importante para el final y así retener al lector cada segundo posible. Entonces ya no sirve un título informativo, sino uno completamente misterioso que despierte tu curiosidad e incitarte a cliquear.
Aunque algunos todavía defienden que esta labor consiste en informar y no en hacerte perder el tiempo.
Ignacio Camacho, un mítico columnista de ABC, comentaba la semana pasada en una charla que no sabía si haciendo esto estábamos engañando al lector o degradando el oficio. «La escala de prioridad es la base de esta profesión», aseguraba. E insistía en que, si lo que queremos que el lector se quede, entonces hay escribir cosas interesantes. Punto.
Hoy los medios tienen las herramientas que les permiten saber qué están buscando los lectores en Google y escriben sobre esos temas para ganarse los clicks. Redactando, además, con un formato SEO (de Search Engine Optimization), un modo de escritura que intenta que la publicación aparezca de primera en las búsquedas.
Algo que Camacho considera un craso error, porque no se está escribiendo para el lector, sino para los motores de búsqueda; «Le hemos entregado la llaves del negocio a Google, que es como darle al kioskero la posibilidad de escoger qué periódico va a vender». «Estamos dejando que la audiencia decida qué es interesante, pero ¿es importante eso que lee?».
Y no sólo asegura que no hay que darle a la masa lo que quiere, sino evitar que los medios se conviertan en una caja de resonancia o una cámara de eco: «La gente lee los periódicos para reafirmar sus prejuicios y hay que rompérselos, porque nos debemos a la verdad. El sesgo de información es inevitable y es nuestra obligación combatirlo, haciendo de periodistas».
Este es un debate infinito que todavía no encuentra conclusión. Una discusión que enfrenta al periodismo clásico y romántico versus una nueva realidades en la que escasean lectores y dineros.
Posdata
Tengo un diario personal en el que escribo de vez en cuando y que comencé con la intención de registrar algunos episodios de mi vida y así poder revisitarlos dentro de veinte años y recordar cosas que, con toda seguridad, se me van a olvidar (por la misma razón me gusta hacer fotos).
Esta es una frase en la que Camacho se refiere a las columnas de opinión, pero que comparto porque creo que es válida para cualquier formato (a ver si te animas así, por fin, de también ponerte a derramar tinta):
La escritura estructura el pensamiento; ayuda a ordenar las ideas de la cabeza. Y no sólo te lleva a redactar cosas que no sabias que ibas a expresar, sino también a recordar cosas que no sabías que conservabas.
Complejo debate, Andrés. Ya yo tengo "medidas" las líneas que debo saltar para llegar a lo que me interesa. Ah, voy a llevar a mi clase de mañana tu caricatura para que la comenten con otra que había escogido y que, casualmente, trata el mismo tema. 🤗