La mayor injusticia para Canserbero
Si los muertos pudiesen ser perturbados, estoy seguro de que Tyrone González Orama no descansaría en paz
Canserbero no asesinó a nadie ni se quitó la vida. Lo drogaron, lo mataron, lo incriminaron y, antes de fingir su suicidio, le metieron un batazo en la cara para simular el impacto de una caída desde un décimo piso. O eso dijo Natalia Améstica, su manager-asesina, esposada, en un video difundido por la Fiscalía venezolana. Así que listo, caso cerrado. Aparentemente.
Ahora que hay una «versión oficial» que suplanta a la antigua «versión oficial», se supone que debemos creerla. Al menos hasta que dentro de nueve años un nuevo fiscal nos muestre irregularidades en la nueva versión_oficial_final_final.pdf.
Es curioso el timing de reapertura del caso, que sucedió justo cuando la revista Rolling Stone coronó a Canserbero como el más grande del rap en español. Cualquier malpensado podría pensar que los tiempos coinciden para aprovechar la inercia mediática que volvía a tener el difunto Catire. Pero podemos estar seguros de que el fiscal no se fija en ese tipo de cosas cuando decide involucrarse en algún proceso.
De todas formas, no está de más buscar algún curso de mercadeo judicial para cuando te conviertas en víctima de una injusticia en Venezuela, sabiendo que se actúa con base en la capacidad de viralización y facilidad para convertirse en tendencia en X. Porque no es suficiente sufrir un robo, un secuestro o un asesinato, si la historia no da lo suficiente para crear una mini serie documental en redes, como la que se creó con el caso de Canserbero, que incluyó una producción audiovisual que era publicada con cada avance de las pesquisas.
Lamentablemente, los expertos del marketing todavía no han descifrado el algoritmo de la red judicial y aún se desconoce cuántos millones de reproducciones debería tener una víctima para que su caso sea tomado con esmero. Pero estoy seguro de que pronto los gurús darán con la cifra.
Lo que sí hay que reconocer es el tiempo récord del proceso, que fue resuelto apenas nueve años después del asesinato (la envidia del 90% de los casos en Venezuela, que permanecen impunes). Un tiempo prudencial de incertidumbre y opacidad que ayudó a alimentar la merecida leyenda en la que se convirtió el Can.
«Hemos cumplido y Canserbero puede descansar en paz donde sea que esté, porque quienes lo mataron ahora están presos», aseguró el Fiscal general una vez resuelto el caso. Pero, si el crimen pudo ser encubierto desde un inicio, fue gracias a los corruptos funcionarios de las fuerzas de seguridad del Estado. Y dos o tres policías en prisión no bastan para limpiar la imagen de esas instituciones. Porque se trata de unos pocos que fueron descubiertos, pero que estuvieron a punto de salirse con la suya. Y, estadísticamente, deben sobrar unos cuantos funcionarios como esos.
De todas formas, si los muertos pudiesen ser perturbados, estoy seguro de que Tyrone González Orama no descansaría en paz. Estaría ofendido al ver cómo la dictadura que él tanto despreciaba se apropia de la imagen de Canserbero para sumarse puntos, lavarse la cara y seguir haciendo propaganda. Esa será la mayor injusticia que habrá recibido aquel rapero al que le gustaba meter el dedo en la llaga y que tanto vociferó en contra de los políticos nefastos, los poderosos y los injustos.
Posdata
En 2019, entrevisté a Canserbero, cuatro años después de su muerte. Era un ejercicio creativo, una tarea de la universidad. Pero ya en ese momento el Can me había confesado que le habían dado un batazo en la cabeza para fingir su caída.
Querido Andrés, grato leerte aunque ingrato el tema, pero compartir gentilicio ayuda a comprender lo incomprensible. Quizás podamos vernos en verano. Pienso ir a ver a mi hija. Deseo que 2024 continúe ofreciéndote oportunidades que tú sabrás aprovechar. Un abrazo.
Mi querido Andrés, es un gusto leerte, aunque el tema sea triste. Me quedé con ganas de seguir leyéndote!! Abrazos!!